viernes, 24 de abril de 2009

GRANDES DECISIONES


A los 28 años de edad, San Juan Bautista de la Salle, empezó a tomar las más grandes decisiones de su compromiso con Dios y con el mundo. Aconteció que estado en esa edad invitó a Nyel y a su acompañante a pasar unos días en su casa con el fin de ayudarle a abrir su escuelita para pobres.
Nyel no era precisamente una de aquellas personas que sabían hospedar en la casa del Santo, además sólo acababa de conocerlo, su forma de vestir era como de clérigo de pueblo de aquella época. Su acompañante, un adolescente de 14 años que fué para el fundador un símbolo de todos los jóvenes que llenarían sus escuelas y que los Hermanos llevarían siempre en su corazón.
Junto a unos amigos y sacerdotes hizo todo lo posible para abrir la escuela y cuando ya este proyecto se había finiquitado, sorpresa de todos, otra señora rica, esta vez de la misma ciudad de Reims, le pidió a Neyl que abriera otra nueva escuela. Así lo hizo pero esta segunda escuela quedo bajo la responsabilidad de La Salle, por ser él quien contrataba a los maestros y quien consiguió que un párraco amigo les pagara un salario.

Sin darse cuenta, poco a poco se había convertido en el tutor y protector de estos maestros; rezaba por ellos, les daba instrucciones sobre cómo enseñar y les aconsejaba en sus problemas familiares y personales. Les alquilo una casa para que ellos y los maestros de la otra escuela pudieran vivir juntos.

Dado que Nyel estaba con frecuencia fuera, en busca de abrir nuevas escuelas, estaba San Juan Bautista de la Salle para resolver los problemas escolares que iban surgiendo cada día. Por ello, de vez en cuando invitaba a los maestros a comer en su casa.

Al año siguiente, cuando cumplió 30 años, tomó una de las decisiones más importantes de su vida. Invitó a todos los maestros, una media docena mas o menos a vivir en su casa. Esto no fue bien tomado por su familia, pensaron que se habia vuelto loco. Uno de sus hermanos hasta se marchó de la casa. Los otros dos hermanos se quedaron asumiendo, aunque no hiciera mucha gracia que aquellos hombres, sin el refinamiento o modales de su clase, pudieran vivir juntos.