domingo, 26 de abril de 2009

ENTREGAR TODO


La misión al comienzo con los hermanos no fue todo felicidad, surgieron varios problemas que encontraron más en la manera de vivir en una economía precaria dura de sobrellevar, por eso empezaron sus primeras quejas.

Se entiende que era duro, las clases eran numerosas, había comida escasa e insulsa, los muebles pobres y el día largo y cargado de horas de trabajo escolar y de tiempo en la oración en común. Se cuenta que algunos de los hermanos murieron de agotamiento y otros abandonaron el trabajo. El Santo intentó inspirar confianza en la Providencia de Dios, pero ellos le decían: "es fácil hablar de Providencia cuando se tienen las espaldas seguras con un salario de canónigo y una buena herencia familiar ¿Y nosotros? No tenemos más que lo puesto".

San Juan Bautista de la Salle se dió cuenta que tenían toda la razón. Sólo 1000 libras de sus honorarios como canónigo equivalían a cinco veces el sueldo de ellos. Con el fin de aclarar las ideas decidió consultar a un amigo que era un santo sacerdote.

El consejo fué claro "o saltas al vacío o abandonas. Date de lleno a esta misión que Dios pone en tus manos. Renuncia a tu privilegio, a tu posición bien remunerada en la catedral y da tu dinero a los pobres de la ciudad, que se están muriendo de hambre".

Había que entregar todo, había que jugárselo todo y así lo hizo. Su sitial en el coro de la catedral y el sueldo que representaba se lo dió a un sacerdote pobre. Todos sus bienes lo convirtió en dinero y éste en pan. En poco tiempo se había quedado sin nada, ni una moneda en el bolsillo para asegurar el siguiente día. ¡Sólo Dios!

A partir de ese momento se sintió mucho mejor y más cerca de sus maestros y de los niños de sus escuelas. Ahora se podía identificar y hacerse propio "nosotros los Hermanos". No había vuelta atrás. Había quemado todas sus naves. Los Hermanos se habían convertido junto con su Fundador en seguidores radicales del Evangelio con la confianza puesta en la Providencia, como las aves del Cielo.